1. Identifique cada pérdida.
Las pérdidas concretas son más fáciles de reconocer que las pérdidas abstractas. Cambiar de trabajo y cambiarse de casa pueden provocar depresión a pesar de que podrían mejorar su condición social y situación económica. El cambio puede significar la pérdida de amigos, comunidad e iglesia. Tomará algún tiempo hacer nuevas amistades y convertirse en parte de una nueva iglesia. Muchas pérdidas son multifacéticas. Por ejemplo, la pérdida concreta de un trabajo y del salario correspondiente puede estar acompañada por las pérdidas abstractas de la autoestima, el sentido de valía, y las relaciones con compañeros. Las personas no reaccionan de la misma a las pérdidas debido a que tienen diferentes valores y diferentes niveles de madurez. Con el fin de ir más allá de la negación y al proceso de duelo, hay que entender qué es lo que usted está perdiendo o que fue lo que ya perdió.
2. Separe las pérdidas concretas de las abstractas.
Las pérdidas concretas son tangibles mientras que las pérdidas abstractas se refieren más a metas personales, sueños e ideas. Las pérdidas abstractas se relacionan profundamente con quiénes somos y por qué estamos aquí. Muchas pérdidas concretas, tales como la pérdida de un empleo, están contaminadas con pérdidas abstractas. Usted puede encontrar un nuevo empleo la próxima semana, pero continúa deprimido porque siente el dolor del rechazo y erróneamente cree que es un fracasado. Esa es otra razón por la que es tan importante entender quiénes somos en Cristo y hallar nuestra aceptación, seguridad, e importancia en Él.
3. Separe las pérdidas verdaderas, de las imaginarias, y de las amenazantes.
No se puede procesar una pérdida imaginaria o amenazante de la misma forma en que lo hace con una real o verdadera. En una pérdida real se puede enfrentar la verdad, llorar la pérdida, y hacer los cambios necesarios que permitan seguir viviendo de una manera significativa. Un abogado escuchó el rumor de que su empresa iba a ser demandada por los servicios que él realizó. Pensó: "Estoy arruinado. La empresa se está viniendo abajo y es mi culpa". Tal manera de pensar lo llevó a una depresión severa con medicamentos antidepresivos. Lo vi un año más tarde y la compañía no fue demandada. Simplemente lo imaginó.
4. Convierta las pérdidas imaginarias y amenazantes en pérdidas reales.
Las pérdidas imaginarias
son distorsiones de la realidad. Se basan en sospechas o mentiras que hemos
creído, o en suposiciones que hemos hecho. A la mente no le gustan los vacíos,
y hace suposiciones cuando no conocemos los hechos. Rara vez la mente supone lo
mejor. No siempre actuamos de acuerdo con
nuestras suposiciones, pero si lo hacemos seremos contados entre los necios,
porque a través de la presunción no viene nada más que contienda (Proverbios
13:10). La gente rumia diversas posibilidades y consecuencias en sus mentes
hasta que están deprimidos. La respuesta está en verificar estas hipótesis y
luego seguir el consejo de Pedro: "Echando toda vuestra ansiedad sobre él,
porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro
adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien
devorar" (1 Pedro 5:7,8).
Las pérdidas amenazantes tienen el potencial para convertirse en pérdidas
reales. Éstas incluyen cosas tales como la posibilidad de un despido del
trabajo, o de un cónyuge que amenaza con dejarlo(a). Estas amenazas pueden
precipitar una depresión. A mí me resulta útil pensar en cual podría ser el
peor de los escenarios y luego me hago la pregunta, "¿Puedo vivir con
eso?". La respuesta es siempre: "Sí". De hecho, está procesando
la amenaza en su mente como una pérdida real. La amenaza ya no tiene ningún
poder sobre usted, y de esa manera, usted no está dejando que ninguna persona o
evento determinen quién es usted, o impidiéndole ser la persona que Dios quiere
que sea. Así que cuando alguien lo amenace, responda de la manera en que Pedro
aconseja (1 Pedro 3:13-17):
¿Y quién es aquel que os
podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa
padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os
amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el
Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa
con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza
que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de
vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena
conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la
voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.
Estos son problemas de
crecimiento, no problemas terminales si usted entiende la vida desde una
perspectiva eterna. Buzz Aldrin, el segundo hombre en caminar sobre la luna,
dijo: "Mi depresión me obligó, a la edad de cuarenta y cinco a detenerme
y, por primera vez en mi vida, examinar mi vida".
5. Facilite el proceso de duelo
La respuesta natural a
cualquier crisis es primero negar que realmente está sucediendo, luego enojarse
de que sucedió, luego tratar de cambiar la situación negociando con Dios u
otras personas. Cuando esto no funciona, entonces nos sentimos deprimidos. No
se puede pasar por alto el proceso de duelo, pero usted lo puede acortar al
permitirse sentir todo el peso de la pérdida. El hecho de que ciertas pérdidas
nos deprimen es una realidad. Duele perder algo que tiene valor para nosotros.
Usted no puede procesar completamente su pérdida hasta que sienta todo su peso.
Esto es probablemente lo que Jesús tenía en mente cuando dijo:
"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación"
(Mateo 5:4).
6. Enfrente la realidad de
la pérdida
Sólo hasta después de
haber enfrentado el impacto completo, está usted listo para hacer frente a la
realidad de la pérdida. Este es el momento crítico. ¿Vamos a renunciar a la
vida, sucumbir a la depresión y el abandono, o vamos a aceptar lo que no
podemos cambiar y dejar de lado la pérdida? Podemos sentir lástima por nosotros
mismos por el resto de nuestras vidas, o podemos decidir vivir con nuestras
pérdidas y aprender a cómo seguir adelante de una manera significativa. Una
depresión prolongada significa un sobre apego a personas, lugares y cosas que
no teníamos el derecho o la capacidad de controlar.
7. Desarrolle una
perspectiva bíblica sobre la pérdida
Las pruebas y tribulaciones
de la vida tienen el propósito de producir un carácter probado. Sufrimos por
causa de la justicia. Potencialmente, podemos atravesar cualquier crisis siendo
una persona mejor que la que éramos antes. Las pérdidas son inevitables y no
tienen el propósito de destruirnos, sino que ponen de manifiesto lo que somos
(o lo que creemos que somos). Algunas personas han descubierto o profundizado
la conciencia de quiénes son en Cristo como resultado directo de las pérdidas.
Cada pérdida subsecuente sólo profundiza esa realidad, perfecciona nuestro
carácter, y nos prepara para un ministerio aún mayor. Todos seremos víctimas de
pérdidas y abusos. Podemos ahogarnos en nuestra propia pena, culpar a los
demás, afirmar que la vida no es justa, y permanecer deprimidos el resto de
nuestras vidas. Si seguimos siendo víctimas es nuestra elección. "Porque
nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal"
(2 Corintios 4:11).
Dr. Neil Anderson
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