Dr. Neil Anderson
“Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes.” (1 Pedro 5:7).
Supongamos que has buscado la voluntad de Dios para tomar cierto rumbo y crees que Él te ha dirigido a formular planes específicos. El problema es que sigues preocupado por la realización de esos planes conforme a lo que has esperado. Para poner límites a la ansiedad que siento cuando me veo en esta clase de situaciones, trato de dar los seis pasos que siguen:
Primero, formular el problema. Un problema bien planteado es un problema a medio resolver. Las personas suelen no ver el bosque a causa de los árboles cuando se ponen ansiosas, de modo que necesitas poner el problema en perspectiva: ¿importará para la eternidad? El riesgo que se corre en estas situaciones es el de recibir consejo de incrédulos. El mundo está abarrotado de magos y hechiceros que prometen resultados increíbles; hasta el aspecto de ellos y sus personalidades pueden impactar mucho y fascinar. Sin embargo, evítalos (Salmo 1:1).
Segundo, separar los hechos de las suposiciones. Como no sabemos lo que pasará mañana, hacemos suposiciones equivocadas. Si aceptamos la suposición como correcta, nos empujará hasta el límite de la ansiedad. Por eso, debes aislar los hechos de las suposiciones.
Tercero, determinar lo que soy capaz o tengo el derecho de controlar. Tú respondes por lo que puedes controlar, pero no eres responsable de aquello que escapa de tu control. No trates de echarle encima a Cristo la responsabilidad que te corresponde a ti; Él te la devolverá.
Cuarto, hacer una lista de todo lo que puedo realizar respecto de la situación por la cual soy responsable. Cuando las personas no asumen sus responsabilidades, se vuelcan a remedios temporales para su ansiedad, tal como la comida, la televisión, el sexo, las drogas.
Quinto, en cuanto estoy seguro de haber cumplido mi responsabilidad, reviso si hay alguna forma de ayudar al prójimo. Desviar la atención de ti mismo para ayudar al prójimo que te rodea no es solamente una buena acción, sino que también te traerá una especial paz interior.
Sexto, el resto es responsabilidad de Dios, salvo en lo tocante a tus oraciones conforme al pasaje de Filipenses 4:6-8. Así que, asume tu responsabilidad, pero echa tu ansiedad sobre Cristo.
Señor, ayúdame a reconocer la diferencia entre las responsabilidades de hoy y las ansiedades; luego, ubicarlas en sus respectivos lugares.
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