Escrito por: Luz Myriam Scarpeta “Le abrí a mi amado, Pero ya no estaba allí. Se había marchado, Y tras su voz se fue mi alma. Lo busqué, y no lo hallé. Lo llamé, y no me respondió. Me encontraron los centinelas Mientras rondaban la ciudad; Los que vigilan las murallas Me hirieron, me golpearon; ¡Me despojaron de mi manto! Yo les ruego, mujeres de Jerusalén, Que, si encuentran a mi amado, ¡Le digan que estoy enferma de amor!” Cantares 5:6-8 (NVI) Tenemos tanto miedo de entregarle nuestra vida a Dios, tememos confiar en Él, porque creemos que puede hacernos daño, que nuestra vida está más segura en nuestras manos que en las de Él. Cuando salimos de Egipto, que representa la esclavitud y el pecado, pasamos al desierto que representa el camino emprendido hacia la tierra prometida, es ahí donde aprendemos a depender de forma total y absoluta de Dios. En el desierto somos incapaces de depender de nosotros mismos, nuestra seguridad y supervivencia no depende solo de ...